El impacto de la alimentación en el medio ambiente
Cambio climático, calentamiento global, huella de carbono, capa de ozono, deforestación… ¿Te suenan? Como bien sabemos, estos conceptos se llevan escuchando muy pocos años, pero se han instalado en la cotidianidad de todos nosotros; desde una conversación con tu vecina hasta las grandes cumbres mundiales.
¿Cómo afectan nuestros hábitos de consumo?
Es verdad que existen infinidad de factores causantes de estos cambios en nuestro planeta, que ya están dejándonos consecuencias catastróficas. El agotamiento de recursos naturales, extinción de especies, sobrepoblación, cambios en nuestro estilo de vida y un largo etcétera están siendo problemas causantes de nuestra lenta pero inminente extinción. Sin embargo, todos estos problemas son las caras de una misma moneda.
Si bien todo esto es mayormente un problema político y cuyos mayores responsables son las grandes empresas internacionales, también está en nuestra mano aportar un granito de arena para contribuir a frenar este cambio. Pequeños cambios como el ahorro de agua y electricidad, el reciclaje, la reducción del desperdicio alimentario o la modificación progresiva de nuestros hábitos de consumo podrían ayudar.
Cómo afecta el consumo de carne al medio ambiente
El elevado consumo cárnico del primer mundo es uno de los temas que marca la diferencia en el consumo responsable a nivel individual. Está demostrado que consumimos productos cárnicos en porcentajes muy superiores a los recomendados a nivel de sostenibilidad y de salud. Esto no quiere decir que la carne sea mala en proporciones normales (aunque sí hay diferencia entre unas y otras), ni tampoco que todo el mundo debiera hacerse vegetariano.
De hecho, en cierta medida y dentro de una alimentación variada, la carne es beneficiosa para la salud por el aporte de proteínas, hierro hemo o vitamina b12. La parte negativa de este consumo respecto al medio ambiente está más relacionado con el sobreconsumo que hacemos de ella.
Por qué debemos reducir el consumo de carne
Tanto a nivel de salud individual como medioambiental, un aumento en el consumo de productos vegetales (frutas, verduras, hortalizas, legumbres, cereales integrales…) sería de gran ayuda para reducir este problema debido al impacto sobre los recursos naturales que tienen los productos animales. Por ejemplo: se necesitan 1.250 litros de agua para producir un kilo de legumbres y 4.500 litros para producir un kilo de pollo; sin hablar de otros temas como la producción de gases de efecto invernadero.
Por otro lado, esto también podría ayudar a reducir la incidencia de enfermedades crónicas por un menor consumo de carnes rojas a nivel poblacional. Las grasas animales, en exceso, aumentan nuestros niveles de colesterol total, triglicéridos y LDL, que son factores de riesgo cardiovascular. Además, ¡también podemos obtener proteína completa, hierro y otros nutrientes mediante la correcta combinación de algunos alimentos vegetales!
En definitiva, quiero recalcar que, si bien es cierto que no somos los mayores responsables de los problemas medioambientales que se están produciendo, con pequeños cambios a nivel individual en la alimentación y en otros puntos de nuestro estilo de vida como los que comentábamos anteriormente podemos ayudar. Sobre todo, si cada vez hay más gente concienciada sobre intentar salvar el planeta en el que todos vivimos y, en especial nuestro medio ambiente.